Por las calles del asentamiento humano Márquez, en el Callao, camina una historia viva de lucha comunitaria: se llama María Luz Chirinos Trinidad. Agente comunitaria de salud desde inicios de los años noventa, cuando la pobreza apretaba más que nunca, pero la esperanza se construía con pico, lampa y corazón.
Lima – Perú.- “Mi nombre es María… soy del agente Márquez, Callao”, se presenta con la serenidad de quien lleva décadas sirviendo. Su andar por los pasillos de los centros de salud del Callao comenzó como un llamado a colaborar y terminó convirtiéndose en una vocación sin vuelta atrás.
Hoy, 4 de junio, es el Día del Agente Comunitario en Salud, y personas como María Luz merecen más que aplausos. Ella forma parte de las cerca de 35 mil personas en todo el Perú que, desde el anonimato, sostienen los pilares de la salud comunitaria. “Nosotras no somos competencia, somos aliadas”.
En su voz hay una mezcla de ternura y firmeza. Cuenta cómo su labor empieza en el terreno, hablando con vecinos, identificando riesgos, participando en campañas, enfrentando la desnutrición infantil, la violencia, el embarazo adolescente, la desinformación en salud sexual. Todo desde un trabajo voluntario, pero vital.
«Le digo trabajo en el sentido que es algo voluntario, pero sí es un trabajo que desarrollamos porque das tu tiempo, te involucras, vas a dedicar estas horas de todo este tiempo justamente para desarrollar acciones conjuntas para el bien de tu comunidad»
“El Estado no nos protege. Nos reconocen de boca para afuera”, denuncia. La ausencia de respaldo no es solo un vacío económico. Es un golpe al tejido social. Ella lo ha vivido. Lo ha llorado. Ha visto partir a compañeras durante la pandemia, sin siquiera recibir información clara o apoyo. “Nunca habíamos vivido algo así, queríamos respuestas, queríamos coordinación, pero no había quién conteste el teléfono”.

Y aunque su labor es reconocida por la comunidad, el Estado aún no la reconoce como trabajadora de salud. La ley vigente (N.º 30825) creó en 2018 un registro oficial de agentes comunitarios, pero no garantiza derechos laborales, ni seguridad social, y en algunos casos ni siquiera implementos básicos.
«Conocemos la zona, conocemos la problemática que ocurre en nuestras comunidades»-
Habla también del inicio de todo: cuando las mujeres del barrio de Márquez construyeron con sus propias manos los cimientos del centro de salud. “Usted podía ver a las madres con pico y lampa, haciendo las bases”. En esos años, recuerda, no había otra opción: “Si no tuvimos estudios universitarios, esto era nuestra universidad popular”.
Durante el cólera, cuando la amenaza sanitaria era implacable, ellas también estaban ahí. Casa por casa, tocando puertas, enseñando cómo hidratar a los niños, cómo prevenir lo peor. “Y así nacieron los Uros comunales (Unidad de Rehidratación Oral comunitaria). Porque la salud no podía esperar a que la burocracia reaccionara”.
Los años pasaron, pero los retos siguen. Hoy, María ve con esperanza el Proyecto Ley 08977/2024-CR,que busca otorgar una remuneración a las promotoras de salud, impulsado por la congresista Sigrid Bazán. “¿Quién acompaña a quienes acompañamos?”, se pregunta con razón. Son más de 1,500 promotoras en todo el Callao, y su labor no puede seguir siendo invisibilizada o aprovechada por oportunismos políticos.
Esta propuesta incluye avances clave:
- Un incentivo mensual de hasta S/1,130, equivalente a una remuneración mínima vital.
- Entrega de botiquines e implementos adecuados al territorio.
- Seguro contra accidentes y cobertura en caso de fallecimiento.
- Formación continua con enfoque intercultural, que respete saberes tradicionales.
- Un sistema digital para monitoreo y evaluación de su trabajo.


María advierte sobre el peligro de la “partidarización” del voluntariado. Llama a la unidad. “No caigamos en la división. Mire cómo está nuestro país, por nuestros niños, por esa generación que hemos luchado, que seguimos luchando… Que las jóvenes logren lo que no pudimos nosotras”.
Su mensaje final es directo: equipar los centros de salud, reducir la burocracia, escuchar a las comunidades. Que no se sigan maquillando cifras mientras la tuberculosis, la anemia o el VIH siguen creciendo por falta de atención real y oportuna.
Y mientras la maquinaria institucional se mueve lenta, María y otras como ella ya están en las calles, en los barrios, en las campañas. Ya están tocando puertas, escuchando miedos, formando redes.
Porque como dice María, «queremos la mejora de nuestras comunidades, y dentro de ello está el sistema de salud».
Fotos: María Chirinos ACS Salud Marquez