Lima, Perú. – “El VIH no limita tu vida. Pero el silencio, la culpa y la vergüenza sí pueden hacerlo.” Con esa claridad lo expresa Sharon Ortiz, psicóloga clínica del Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición Salvador Zubirán (INCMNSZ) en la Ciudad de México, quien fue la invitada del reciente episodio de VIHDAS IMPARABLES para hablar de un tema poco explorado, pero profundamente real: el autoestigma en personas que viven con VIH.
La licenciada Ortiz, egresada de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), compartió su mirada desde la práctica clínica, donde acompaña emocionalmente a personas con VIH desde el momento del diagnóstico, el inicio del tratamiento, hasta la construcción de redes de apoyo. Define el autoestigma como “el conjunto de ideas, emociones y creencias negativas que las propias personas que viven con VIH adoptan como resultado de lo que la sociedad piensa del virus”. No es una culpa inventada, sino una interiorización de años de desinformación, prejuicio y moralismo, especialmente relacionado con la sexualidad.
“Pensamientos como ya nadie me va a querer, no voy a poder tener pareja, me lo merezco por no haberme cuidado, aparecen con frecuencia”, señala la psicóloga. Estas creencias, muchas veces cargadas de vergüenza y miedo, no solo afectan la salud mental, sino que pueden tener consecuencias directas en la salud física.

El estigma enferma y puede llegar a matar
En uno de los momentos más contundentes de la entrevista, la licenciada Sharon Ortiz lanza una advertencia que sacude: el autoestigma puede, literalmente, llevar a la muerte. Y no es una metáfora. Esta forma de violencia silenciosa —que ocurre hacia adentro, en la mente y el corazón de quien vive con VIH— tiene efectos reales y profundamente peligrosos.
Puede manifiesta en el retraso en el inicio del tratamiento antirretroviral, incluso cuando la persona ya conoce su diagnóstico, la vergüenza y el miedo paralizan. El autoestigma también se traduce en la procrastinación de los controles médicos, en la falta de adherencia a la medicación, y en decisiones que dejan de priorizar el cuidado personal.
Pero el daño no se detiene en lo clínico, también fractura las redes de apoyo, muchas personas optan por ocultar su diagnóstico por temor al rechazo, alejándose de vínculos afectivos vitales. Esto, a su vez, genera aislamiento emocional, baja autoestima, ansiedad, depresión y en los casos más extremos, abandono total de la vida social y del deseo de vivir.
¿Cómo identificar mi autoestigma?
En los grupos de apoyo que modera, espacios seguros donde las personas pueden identificar su autoestigma, verbalizarlo y ponerlo en perspectiva con otras vivencias. “A veces no lo llaman autoestigma, pero sí dicen cosas como: si le cuento a alguien, seguro ya no quiere estar conmigo y eso es una oportunidad para trabajar la idea y desmontarla”, explica.
Destacó que las redes de apoyo —ya sean profesionales, familiares o comunitarias— son clave para contrarrestar el aislamiento emocional. “Hablarlo es sanar. Escuchar a otras personas que viven lo mismo también ayuda a resignificar el diagnóstico.”
Tips para enfrentar el autoestigma
Frente a la pregunta de cómo se puede comenzar a sanar, la psicóloga propone tres herramientas prácticas:
- Informarse bien: entender qué es el VIH hoy, cómo funciona el tratamiento, qué significa ser indetectable. La información derriba el miedo.
- Buscar espacios seguros para hablar: un familiar, una amistad, un grupo. Hablar reduce el poder del silencio.
- Cuestionar los propios pensamientos: ¿de dónde viene esta idea? ¿Es real o es un miedo aprendido?
Un mensaje final para quienes aún viven en silencio
La Psicóloga Clínica Sharon Ortiz, cierra la conversación con un mensaje claro y empático para quienes sienten que no pueden hablar, incluso después de años con el diagnóstico:
“El autoestigma limita, pero es momentáneo. Son pensamientos, no verdades. Tu vida no termina con el VIH. Puedes vivir —y mereces vivir— la vida que deseas, incluso con VIH.”

el Departamento de Psiquiatría y Salud Mental de la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional
Autónoma de México (UNAM).
Ha participado como psicóloga en diversos estudios de investigación sobre VIH realizados en la misma clínica y tiene experiencia en la moderación de grupos de apoyo para personas que viven con VIH, promoviendo el bienestar emocional y la construcción de redes de apoyo.