Lima, Perú. – En el Perú, la salud mental está en crisis, aunque muchos no lo vean o no quieran hablar del tema y esta realidad afecta con más fuerza a quienes viven con pocos recursos económicos y enfrentan muchas dificultades para salir adelante. Según datos oficiales del Sistema Nacional de Defunciones (Sinadef), entre enero y abril de 2025 se registraron 253 suicidios, una cifra que ya superó los casos del mismo periodo en 2024, donde hubo 207; eso quiere decir que, en solo cuatro meses, los casos aumentaron en más del 20 % y todo apunta a que este año podría cerrar con más de 735 suicidios, una cifra alarmante que no debería pasar desapercibida.
Quienes viven al límite de la supervivencia no puede destinar recursos a su cuidado psicológico

La pobreza extrema y la precariedad laboral crean un cóctel para desencadenar la depresión, la ansiedad y el estrés crónico. Según la Defensoría del Pueblo, 8 de cada 10 personas que requieren atención en salud mental no la reciben, y en zonas rurales, esa brecha crece hasta el 93,2 %, considerando que más de dos millones de peruanos viven con menos de 251 soles al mes (menos de S/ 8 diarios), situación que genera un estrés constante; sin ignorar que el 76,1% de la fuerza de trabajo es informal, dejándolos sin redes de protección ni estabilidad económica, lo que eleva los niveles de angustia y sensación de indefensión.
En muchos hogares del Perú, la desigualdad no solo se mide en ingresos, sino también en el dolor que se guarda en silencio, la violencia, tanto dentro de casa como en las calles, se ha vuelto parte del día a día de miles de familias. En esos espacios donde falta el pan, también falta la calma. El miedo constante, el maltrato, y el trauma no resuelto terminan por dejar cicatrices invisibles que se traducen en depresión profunda o trastornos de ansiedad, como si la vida misma se volviera una carga difícil de sostener.
El estigma de buscar ayuda

A eso se suma el estigma que aún rodea la salud mental, ya que, para muchas personas, pedir ayuda es visto como un signo de debilidad. «No estás loco», les dicen con desprecio, como si sentir tristeza, angustia o desesperación fuera algo que debiera esconderse. Por eso, tantas personas prefieren callar, aguantar y fingir que todo está bien, aunque por dentro se estén derrumbando.
Y aunque el cuidado de la salud mental debería ser un derecho accesible para todos, la realidad es muy distinta dependiendo de dónde se viva. Mientras en Lima existen clínicas privadas y algunos espacios públicos donde encontrar atención psicológica, en muchas zonas de la sierra y la selva, la ayuda simplemente no llega: «No hay psicólogos ni centros de salud mental a menos de varias horas de viaje, lo que, para muchos buscar ayuda es un lujo inalcanzable».
¿Qué más preocupa al Perú?

Las preocupaciones económicas más frecuentes entre los peruanos en el año 2024 no los han dejado en el 2025, reflejando una combinación de factores que afectan directamente su calidad de vida y estabilidad financiera.
- Inflación y aumento de precios
- Inseguridad y violencia
- Desempleo y falta de oportunidades laborales
- Corrupción financiera y política
- Crisis económica global
Estas preocupaciones reflejan los desafíos económicos que enfrenta la población peruana, destacando la necesidad de políticas públicas que aborden la inflación, mejoren la seguridad, fomenten el empleo y combatan la corrupción para mejorar la calidad de vida y la estabilidad económica del país. El Ministerio de Salud (Minsa) brinda la Línea 113, opción 5, y opera en 248 Centros de Salud Mental Comunitaria, pero estos recursos están lejos de cubrir la demanda real, especialistas coinciden en que se requiere un abordaje integral que combine políticas de reducción de la pobreza, empleo digno, acceso universal a la salud mental y campañas masivas de desestigmatización.
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