La pandemia ha traído muchos cambios internos en la convivencia familiar y los padres se han visto obligados a flexibilizar las normas impuestas en el hogar. Esto ha hecho que los niños pasen más tiempo conectados a los dispositivos móviles, incluso hasta altas horas de la noche y de la madrugada, perjudicando su descanso natural, anotó el experto.
Pomalima advirtió que cada vez son más los casos de niños y adolescentes que llegan a consulta con problemas derivados de la alteración en el horario del sueño y recalcó que esto conlleva a su vez a algún perjuicio en las relaciones familiares.
Clases virtuales- videojuegos-redes sociales
De acuerdo con el especialista, el sueño pasa por dos grandes fases que son el sueño no Rem, destinado al descanso físico del cuerpo y al sueño profundo, y el sueño Rem, que ayuda a consolida, retener u olvidar información.
Sin embargo, anotó, las personas que no llegan al sueño profundo no tendrán una buena calidad de sueño y en consecuencia presentarán altos niveles de ansiedad o irritabilidad. «Es importante que los niños cumplan su ciclo de horario de descanso para un adecuado desarrollo físico, emocional, cognitivo y social”.
Pero la falta de sueño en menores también puede llevar a otros problemas más delicados, como la aparición de pesadillas, sonambulismo y terrores nocturnos, alertó por su parte el neuropsicólogo infantil José Oré, de la Red Prestacional EsSalud Almenara.
La actual situación de emergencia sanitaria por el covid-19 ha llevado a que el niño ocupe gran parte del día en clases virtuales o en sus deberes escolares en línea; sin embargo, ante el descuido de los padres, clases se «enganchan» luego a videojuegos o las redes sociales. Esto provoca que el menor se encuentre activo y despierto hasta altas horas de la noche, pues su reloj biológico se altera.
Impulsivos y ansiosos
El especialista advirtió que si el problema de la alteración del sueño aparece a una corta edad y no se corrige puede traer a futuro serias consecuencias como la impulsividad, frustración, estrés, desgano y ansiedad.
“Cuanto más pequeño empiezan a tener problemas de sueño, el pronóstico no será favorable porque tendrán mayores dificultades para controlar sus emociones y frustraciones. Si es que no se modifica esta alteración del descanso, puede repercutir en la pubertad o adolescencia”, recalcó el neuropsicólogo.
Por su parte, el médico neurocirujano Hector Yaya, de Sisol Salud, remarcó que la alteración del sueño en el niño puede ser en sí un síntoma de una depresión o ansiedad escondida, por lo que es necesario que los padres o tutores estén alertas ante cualquier cambio de comportamiento.
Las señales a tomar en cuenta en el menor son la falta de apetito, el bajo rendimiento escolar o la decisión de aislarse de su círculo familiar y social.
¿Cuántas horas deben dormir?
Por ello, Yaya enfatizó en la importancia de tener una buena «higiene del sueño» en todos los ciclos de la vida, pero sobre todo en las etapas más tempranas donde se aprenden los hábitos de descanso.
El niño o adolescente, detalló, debe dormir en promedio de 8 a 10 horas con la finalidad de afianzar los conocimientos aprendidos a lo largo del día, ya que, teniendo un sueño reparador, se favorece los procesos de atención y memoria.
¿Qué hacer?
Los tres profesionales de la salud coincidieron en que los padres de familia deben esforzarse en educar a sus hijos pequeños a tener buenas conductas de higiene del sueño, ya que se encuentran en una etapa de desarrollo y aprendizaje. «Es importante que los pequeños procuren levantarse y acostarse a una hora fijada por los cuidadores, así como respetar los horarios de desayuno, almuerzo y cena».
También puntualizaron que es fundamental programar y separar los horarios de actividades académicas y lúdicas a fin de organizarse mejor durante todo el día. Igualmente,
evitar el uso de dispositivos móviles, tablets, computadoras o laptop en horas de la noche pues, de lo contrario, no tendrán sueño.
Finalmente, los especialistas recomendaron generar un apego seguro en el niño, es decir brindarles mucho afecto y enseñarles a regular sus emociones de una manera cariñosa, asertiva y empática, no con castigos ni regaños porque ello producirá el efecto contrario.